Para que te quieran los demás primero tienes
que quererte a ti misma. He aqui el típico tópico del amor propio, una premisa
que como casi todos los típicos tópicos es una verdad como el Cristo de Río de Janeiro.
Siempre me ha parecido que la autocritica es un término complicado de ejecutar.
Si se hace con cuidado puede ser benecicioso e incluso puede contribuir a una
enorme mejora personal pero, si no ponemos limite a la hora de juzgarnos a
nosotros mismos, el desenlace puede ser tremebundo. Por eso, hay que tener
cabeza a la hora de criticar y, sobre todo, de criticarnos.
Este asunto se puede extrapolar a casi todos
los ambitos de la vida. Por ejemplo, cuando hablamos de nuestro país. Tal y
como explica Mariano José de Larra en su artículo "En este país", si
nosotros no vendemos la marca España, nadie lo va a hacer por nosotros. Y ésto
es así, y no hay mas. Lo peor de todo es que luego somos especialistas en hacer
lo que yo llamo "la de la hermana pequeña". Esto es, que mientras
somos nosotros los que nos metemos con ella no pasa nada, hasta que se anima a
hacerlo alguien ajeno. Pues bien, me remito al "topicazo" que abría
este artículo: quiérete y serás querido.
España tiene muchas cosas buenas. Tiene cultura,
gastronomia, tiene arte y buena gente. Seguramente tiene mucho más que hace
cincuenta anos, cuando según los octogenarios se vivía mucho mejor, se iba
tranquilo por la calle, se respetaba a los padres y no había vagos sino
trabajadores de tomo y lomo. Esa tendencia a mirar al pasado es algo que jamas
entenderé. Llamadme moderna, pero quizá ese es nuestro problema, que somos un
poco borregos y preferimos pensar en tiempos supuestamente mejores que ponernos
el casco y los guantes e intentar mejorar. Y con esto no pretendo hacer una
llamada a la revolución ni es mi intención coger la esterilla y acampar en la
Plaza del Sol. Lo que quiero decir que es no estaría mal que, en lugar de
quejarnos de Espana desde el sofá, empecemos a ser un poco positivos y a intentar
buscar lo bueno de esta epoca y de este país, que es mucho. Pero lo peor de
todo este embrollo, es que todavía tenemos la poca vergüenza de sentirnos
molestos cuando un forastero se mete con "nuestra hermana pequeña".
Pero bueno, aquí somos quejicas por
naturaleza. Que vamos a hacer, "cosas de España".