El último barómetro del CIS sitúa
a Podemos como tercera fuerza política de cara a las elecciones de 2015, con un
22,5% de los votos, por detrás del PSOE, con un 23%, y del PP, que continúa en
la pole con un 27,5% de los votos. Desde luego, la encuesta revela unos datos tan
sorprendentes como definitorios. Definitorios de una sociedad aburrida de sus
gobernantes, que antepone la corrupción al paro como principal problema de
España y que no se cree el relato de que estamos saliendo de la crisis. Definitorios
de una sociedad que ha visto en Pablo Iglesias una alternativa diferente a lo
que están acostumbrados: un bipartidismo tan ineficaz como incompetente.
Sin embargo, España sigue
necesitando al PP, o en su defecto, al PSOE. Lo claro es que Podemos no trae el
pan bajo del brazo y mucho menos la solución al desastre nacional. Lo único que
porta este nuevo partido es un programa electoral utópico e ilusorio. Prometer prestaciones
sociales para todos los ciudadanos por el único hecho de serlo o jubilaciones a
los 60 años es una buena poción para sumar votos, pero no para hacer política. Asimismo,
el aumento del impuesto de sucesiones y la recuperación del de patrimonio es
una buena forma de invitar a las grandes fortunas a coger los billetes y
marcharse del país.
El CIS también muestra el
hartazgo de la ciudadanía con las caras visibles de cada partido. Bien es cierto que, aunque suspenso,
el nuevo líder de los socialistas, Pedro Sánchez, es el mejor valorado, con un
3,85. El novato cabecilla de Ferraz poco a poco va ascendiendo y comiendo terreno a los populares,
que hacen caso omiso a estos datos y se aferran a la fragmentación del voto de
la izquierda y a esa minoría que aún les mantiene en el poder. Pero no se
preguntan, ni se proponen, un cambio de cúpula que les haga remontar en las
encuestas y, posiblemente, frenar el deterioro electoral al que se exponen de
cara al próximo noviembre.
Estamos a doce meses de las
undécimas elecciones democráticas que se presentan, cuanto menos, interesantes.
Unas elecciones muy alejadas de lo hasta ahora conocido, con una fuerza utópica
y falaz ocupando varios escaños por la única —y sustancial— razón de que los
veteranos del Congreso están machacados por la crisis y por un uso ilegítimo de
dinero público. Se acerca un tripartidismo que, lejos de avanzar en materia democrática, retrocede.
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